Derecho a no sufrir Tortura

Ámbito internacional:
–     Declaración Universal de Derechos Humanos ( DUDH ), artículo 5.
–     Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ( PIDCP ), artículo 7.
–     Declaración Americana de Derechos Humanos ( dadh ), artículo xxvi .
–     Convención Americana de Derechos Humanos ( cadh ), artículo 5.2.
–     Convención Interamericana para prevenir y sancionar la Tortura
–     Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o Degradantes
Ámbito nacional:
–     Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos(Constitución
o cpeum ), en sus artículos 1, 20 apartado B, fracción ii , y 22.
–     Ley Federal para Prevenir y Sancionar la Tortura

Si bien la tortura en sí es una afectación al derecho a la integridad personal, la magnitud de las violaciones acontecidas merece un trato aparte. Además, se reconoce propiamente el “derecho a no ser torturado o torturada” como un derecho propio e independiente, en los órdenes internacional y el nacional.

México es un país en donde la práctica de la tortura se encuentra generalizada. Usualmente es cometida con fines de extraer una declaración o confesión, mayormente falsa, pero también es utilizada como un método de castigo, de humillación o “con cualquier otro fin”, como se reconoce en el estándar más alto adoptado por el Estado mexicano.

En Nochixtlán, desde su detención a manos de la Policía Federal en el Panteón Municipal y su posterior entrega a la Policía Estatal, el grupo de 18 detenidos fue sometido a tortura física y psicológica por parte de los agentes de ambas corporaciones. Los detenidos recibieron golpes con toletes, cascos y escudos, así como patadas y jalones. La tortura física fue complementada por amenazas, burlas y tratos discriminatorios continuos.

Un testimonio narra, “Me pisaron la cabeza, se sentaron en mi cuerpo, en mi espalda, me pusieron las botas en mi cabeza. Se iban burlando, llevaban el escudo, lo iban jugando, lo iban azotando en la espalda”; otra persona más
señala, “me ponen el casco, el federal me patea, me rebota con la llanta, ‘ diviértanse un poquito’, decía.”

Las personas detenidas fueron obligadas a permanecer durante todo el día tumbados unos encima de otros en la parte posterior de la patrulla tipo Kodiak 01, sin poder ir al baño, bajo el sol, sin tomar agua salvo en una ocasión, sin recibir alimentos, en posiciones forzadas, sin atención médica salvo para uno de ellos, quien fue atendido por un paramédico de los bomberos.

“Nos tuvieron ahí desde las 8:30am, desde que nos detuvieron, con las manos en la cabeza. Quien nos detuvo fue policía federal, pero luego nos trasladaron, nos llevaron a los carros que estaban más lejos. Los carros estaban pasando el puente de la carretera libre, donde nos pasaron al carro de la policía estatal. Desde las 9 hasta las 3:00pm, que acabó el enfrentamiento, que nos tuvieron ahí.”

Otro testimonio también narra la crudeza de la intervención policíaca con sus métodos de tortura física y psicológica:

“Delante de mí iba un señor que se empezó a sentir mal. Él pedía médico, porque antes había tenido un accidente, y ellos decían, ‘ya déjalo que se muera, que se muera este perro, si por ellos estamos aquí, hoy es el día del padre y mira dónde nos tienen por estos perros’. Entonces no le hacían caso: ‘éste es un teporocho, es de la calle, lo vamos a matar y lo vamos a tirar, quién va a reclamar’, decían.”

Los golpes causaron la fractura del tabique nasal de uno de los detenidos, quien comenzó a sangrar profusamente, pero no fue atendido hasta llegar al cuartel, a las 11 de la noche. En un momento, llegaron periodistas para documentar lo que estaba sucediendo y la policía indicó a los detenidos que escondieran la cara para no mostrar las evidencias de los malos tratos.

“Y entonces como yo iba sangrando de la nariz y no me dieron oportunidad de limpiarme la sangre, hasta que un oficial me aventó un rollo de papel y me dijo: ‘ límpiese’, pero cuando yo me estaba limpiando llegaron dos muchachas en una patrulla y nos tomaron fotos. En eso, cuando nos iban a tomar fotos, nos dan para que no nos vieran, y dijeron que nos tiráramos porque no nos podían retratar. Me tapé la nariz y entonces cuando corrieron a las muchachas, me pude yo limpiar. Estaba sangrando bastante y dijeron, ‘¡que se muera!, al fin que nuestros compañeros están sufriendo lo mismo’.”

A dos de los detenidos, que llevaban el cabello largo en el momento de la detención, los agentes de la policía les cortaron el cabello con una navaja, profiriendo burlas e insultos continuos. Uno de ellos relata:

“Me agarraban a puños y con las macanas que usan. Nos subieron al carro, al Kodiak, y desde ahí ya nos empezaron a torturar. Nos pusieron a todos boca abajo, con las manos en la nuca, así encimados, y se subieron. De hecho, yo llevaba el cabello largo, y uno de ellos dijo, ‘no, pues, a este pinche greñudo vamos a acortarle el cabello, ¿alguien trae una navaja?’, así entre ellos se decían. ‘Sí’, dice uno y fue cuando me agarraron del cabello y con una navaja me lo cortaron, y allí estando encimados. Yo pienso que eso es una discriminación, nada por traer unos tatuajes que tengo, ellos pensaban que yo era de una organización, y me preguntaban que de qué organización era yo, que tenía 3 para que les dijera, que yo les dijera que cuánto me pagaban.”

Por otro lado, si la tortura física fue brutal, la tortura psicológica fue incluso más destructiva. Desde el momento de su entrega a la Policía Estatal y hasta su llegada al cuartel en Santa María Coyotepec, los agentes de la policía amenazaron a los detenidos, mencionando prácticas de la llamada “Guerra sucia” y aludiendo a la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, culpando al grupo de todo lo ocurrido a lo largo del día.

“Nos decían que nos iban a matar. Que íbamos a ser comida para los tiburones, nos decían, ‘malditos perros, por ustedes no nos están festejando el día del padre, por eso ahorita los vamos a matar, les vamos a dar un balazo’. Nos decían ‘perros malditos, los vamos a echar al mar’, que éramos comida para tiburones, ‘ya tienen su boleto gratis para Hermosillo’. Luego, ‘si te mueves te disparo y te meto un pinche balazo, ahorita para que los periodistas tengan de qué hablar’, decían.”

Estas frases eran evidentemente utilizadas para amenazar, con elementos reales de contexto, a las personas detenidas. Además, como ya se ha visto anteriormente, las referencias a la desaparición forzada, la prisión en cárceles de máxima seguridad (como la de Hermosillo, en donde son recluidas personas supuestamente de alta peligrosidad), así como las amenazas de muerte, son referencias que presumen la violencia del Estado, porque se les arrincona con el poder que detentan los elementos policíacos. Por si fuera poco, existe un entendimiento de que el Estado, a través de
estos policías, pueden cometer crímenes de lesa humanidad sin que exista un mínimo reproche a estos actos atroces:

Ya cuando llegamos a Oaxaca, nos iban diciendo, ‘si eran 43, más ustedes 20, van a ser 63’, que nos iban a desaparecer. Nos iban matando psicológicamente feo. Nos iban diciendo también que hasta suerte teníamos porque íbamos a viajar gratis.”

Solamente la presencia de personal de la Defensoría de Derechos Humanos logró frenar por momentos la tortura a que eran sometidas las personas detenidas, que tampoco se atrevieron a decir nada ante la amenaza latente de los elementos policíacos que los trasladaban:

“De hecho, se subió, que era de los derechos humanos, y, sí, dijo ‘¿van bien?’ Nada más. Yo estaba en la orilla, yo sí quería contestar, pero cuando hice el intento de alzar la cabeza, el policía me puso el pie en el cuello, me puso así, y me apretó. Yo sentí que fue como una amenaza para que no dijera nada, porque yo no escuché que hablaran mis demás compañeros.”

La tortura continuó a lo largo de todo el día 19. El vehículo de la Policía Estatal permaneció estacionado a un kilómetro, aproximadamente, de Nochixtlán hasta las 3 de la tarde, momento en que la policía se retira del lugar y los detenidos son trasladados hacia la caseta de Huitzo, donde se detiene brevemente para emprender camino  nuevamente hacia Hacienda Blanca y Viguera, por donde pasan entre las 7 y 8 de la noche, siendo partícipes los agentes del enfrentamiento. Desde allí, los detenidos son llevados al aeropuerto de Oaxaca, donde el vehículo permanece aproximadamente quince minutos, para posteriormente dirigirse al cuartel de Santa María Coyotepec, donde llega a las once de la noche.

De la misma manera, un par de personas detenidas momentáneamente en Huitzo y Telixtlahuaca también fueron víctimas de tortura y malos tratos tanto físicos como psicológicos. Señala una víctima:

“Tres policías son los que se me fueron encima, pero venían más, con patadas me agarraron, después me agarraron con un cuero que traían, me pegaron todo por aquí, pero me tomaron fotos cuando estaba fresco”.

A ellos les proferían golpes con material de cuero y con herramientas “duras” desconocidas –golpes en la espalda sin poder ver con qué herramientas estaban siendo agredidos– patadas en todo el cuerpo, en los testículos, eran arrastrados por el pie, tirados al piso, y sufrieron retención y revisión de celular, amenazas de llevarlos a lugares desconocidos, insultos racistas como: “Oaxaco, puto, indigente, pinche rebelde”.

Es de mencionar que uno de los campesinos torturados es una persona de la tercera edad quien se desplazaba con dificultad desde antes de los hechos. El impacto de la tortura sufrida ha dejado secuelas irreversibles tanto a nivel físico como psicológico.

De igual manera, las personas detenidas en Hacienda Blanca y Viguera también fueron sometidas a tratos crueles, inhumanos y degradantes así como tortura, por parte de los elementos policíacos. Además de la arbitrariedad en la que se enmarcó su detención, estas personas fueron hacinadas en vehículos por varias horas; sufrieron golpes y pisotones en diversas partes del cuerpo y las mujeres fueron agredidas diferenciadamente por razón de género, lo cual es constitutivo de tortura sexual; así mismo, las personas detenidas no tuvieron acceso a alimentación ni agua. Un testimonio refiere “me metieron el tolete por debajo de la blusa y me lo pasaban por el cuerpo. Me decían que me desnudara pero yo les dije que… no me iba a desnudar y me golpearon”.

Esta práctica, que lamentablemente ya es considerada como general en México, también estuvo presente en los hechos relatados. Otros testi- monios refieren cómo cada una de las acciones que se realizan en una detención fueron cargadas de contenido sexual, desde el momento en que la persona es colocada en la camioneta y durante el trayecto, las referencias a la violencia que podría vivir, así como los insultos proferidos.

“Y bueno, también fueron las agresiones en cuanto que te ponen la macana entre las piernas, te vienen picando, trataron muchas veces de bajarme el pantalón pero lo tenía muy apretado y nunca me lo pudieron bajar. Pero hubo una ocasión en que me ponen la macana entre las piernas y un policía hombre me trata de bajar el pantalón y yo entonces quise voltear y en ese momento sí me pusieron un arma que usan, en la cabeza, no era pistola, y me dijo: “no voltees”. En ese momento yo ya empecé a sentir miedo, cuando empezó a oscurecer. Es un miedo muy horrible.”

La tortura sexual también se vio materializada de manera psicológica, primero al ser amenazadas de violación sexual y después realizar actos de simulación de la misma:

“Durante el camino fueron las fotografías, los golpes en la cara. Hubo un momento en que la camioneta se detuvo y se subió creo que un policía muy gordo, se paró en mi espalda y brinca 2 o 3 veces en mi espalda. Ésa fue una de las pocas veces que llegué a hablar, que se me salió el aire y dije: ‘Aguanta, espera’ y alguien le gritó: ‘ya bájate, gorda’ y se bajó en ese momento el policía. La maestra después me comentó que cuando vio el movimiento de la camioneta y escuchó que yo me estaba quejando ella pensó que me estaban violando. Y yo sí recuerdo que después de que el policía se baja la maestra comienza a llorar desconsolada, ella me dijo que por miedo porque pensó que después de mí seguía ella.”

Finalmente, tal como había sido previamente referido por una de las policías aprehensoras, la amenaza de violación tomó otro cariz al llegar al cuartel de la policía, que es donde también acontece un gran número de casos de tortura por parte de los elementos policíacos:

“La policía dice: “ llegando al Cuartel ya te están esperando mis compañeros para violarte”. Entonces cuando llegamos al cuartel se empiezan a escuchar como gritos, como de hombre, como festejando.  Entonces ella se levanta y me dice: “ya valiste madre”, se levanta y empieza a gritar: “ya traje la carne fresca” y en ese momento sentí mucho miedo. Yo en ese momento pensaba que no hubiera nadie que supiera que yo estaba ahí, y entonces lo que pase ahora pues ya no se sabrá.”

Estas afectaciones, tanto físicas como psicológicas, deben de analizarse a la luz de los elementos que configuran la tortura y los tratos crueles, inhumanos o degradantes. De la misma manera, es básico que dicho análisis cuente con una perspectiva de género, por el impacto diferenciado que existe en las agresiones proferidas contra mujeres, en donde el elemento sexual torna mayor relevancia al tratarlas como un botín de guerra y como “carne fresca” para el aprovechamiento de violencia sexual de los policías varones.

No es menor resaltar que la mayoría de las afectaciones a las mujeres, sobre todo en las agresiones y amenazas de violación sexual, fueron también realizadas por elementos mujeres miembros de la Policía Estatal de Oaxaca, ya que éstas se encontraban a cargo de la revisión, detención y custodia de las mismas.