Impactos psicosociales, afecataciones y secuelas fisicas

“Porque al menos yo sé que mi vida ya nunca va a ser como antes.”

Los hechos de violencia del día 19 de junio han dejado graves secuelas en las poblaciones de Asunción Nochixtlán, Huitzo, Telixtlahuaca, Hacienda Blanca y Viguera. Existen afectaciones de carácter físico, psicológico, emocional y social, presentes en todos los niveles de la sociedad, los individuos, los núcleos familiares, pero también las comunidades en su conjunto:

“Mire que, ora sí, que Nochixtlán ya no es el mismo pueblo de antes, que era tranquilo, toda la gente venía. Ahorita la seguridad ya se acabó, ya nadie del pueblo tiene seguridad.”

Aunque, como se ha analizado en las secciones anteriores, el operativo policial tuvo características específicas en cada lugar, existen una serie de afectaciones comunes a las tres zonas, que tienen que ver con secuelas en la salud por el uso excesivo de la fuerza por parte de los agentes de la policía, secuelas psicológicas de los hechos de violencia, e impactos en el tejido social. También existen grupos de población que se vieron afectados de manera diferenciada por el operativo y que, por tanto, están padeciendo impactos específicos. Antes de un análisis más pormenorizado, es importante tener en cuenta el perfil socioeconómico de las víctimas, pues tanto fallecidos, como personas detenidas y heridas procedían en general de un medio humilde. En muchos casos, los fallecidos eran el principal sostén económico de su unidad familiar o contribuían de manera decisiva a la economía familiar.

Así mismo, muchas de las personas heridas y detenidas, debido a la gravedad de los malos tratos sufridos, han debido faltar a su trabajo por periodos de entre dos semanas y un mes o han llegado a perder sus empleos. En Huitzo y Telixtlahuaca algunas mujeres han denunciado haber recibido amenazas de que se les van a quitar los programas de ayuda social por apoyar al movimiento social. En general, es importante mencionar que la mayoría de personas afectadas por los hechos del 19 de junio no pertenecen al magisterio, sino que son padres y madres de familia, pobladores de los diferentes municipios afectados, campesinos, y personas solidarias que se acercaron para ayudar ante los llamados de socorro. Un porcentaje importante de estas personas no estaba politizado hasta ese momento, no tenía una postura definida sobre la Reforma Educativa o no había participado previamente en movimientos sociales.

Esto ha hecho que el impacto a nivel social sea aun mayor, generándose enojo, impotencia y desconfianza entre la gente. El primero de los grupos específicos serían los niños y niñas que fueron víctimas del ataque en los tres puntos. En el caso de Nochixtlán, la mayoría de los y las menores que fueron afectados se encontraban en la Colonia 20 de Noviembre, en sus domicilios particulares, y tuvieron que ser desplazados, de urgencia y en medio del caos y la confusión, al hospital de Sinaxtla, dejando atrás a sus familias.

Este desplazamiento forzado creó un impacto muy fuerte en toda la población, sí bien también hay que resaltar la rapidez de la organización y la solidaridad mostrada por las y los trabajadores de la Clínica del IMSS de Sinaxtla así como las autoridades municipales, quienes no sólo circularon la lista de menores acogidos a través de redes sociales, sino que también les prestaron apoyo médico y psicológico, les dieron comida, alojamiento, ropa y juguetes.

Sin embargo, pese a que estos menores recibieron prácticamente desde el principio atención psicológica, sus familiares han reportado impactos muy preocupantes, como pesadillas, insomnio, miedo, ansiedad, que se manifiestan también en los juegos y dibujos que realizan los niños y niñas.

Esto, a su vez, impacta en sus familias, quienes pueden llegar a descuidar su propia salud y las afectaciones que causó en ellos y ellas el ataque, puesto que deben atender a sus hijos e hijas. En este sentido, por ejemplo, durante las primeras semanas, los pobladores de la Colonia rechazaban la atención psicológica, pidiendo que se ayudase primero a los niños y niñas. Las afectaciones sufridas por las y los menores de Nochixtlán, en específico de la Colonia 20 de Noviembre, son muy similares a las que padecieron las niñas, niños y adolescentes de Huitzo, Telixtlahuca, Hacienda Blanca y Viguera, puesto que la mayoría se encontraba en el interior de sus hogares y fue afectada por el lanzamiento masivo e indiscriminado de gases lacrimógenos. Algunas familias decidieron sacar a los menores de sus casas para refugiarlos en casas de vecinos y vecinas cuyas residencias estaban más alejadas de la violencia. Sin embargo, en el caso de Hacienda Blanca, esto propició violencia injustificada contra las familias y una detención arbitraria.

Testimonios de maestros de primaria confirman la imposibilidad para las niñas y los niños de Huitzo y Telixtlahuaca de entender lo ocurrido. Reportan que en sus juegos, las niñas y los niños reproducen los hechos ocurridos, jugando a “los helicópteros, los policías y los heridos”. Entre las principales afectaciones de carácter psicológico, la mayoría de los menores de edad reportan episodios de miedo, negativa a salir y síntomas de ansiedad. En cuanto a los impactos en salud, son de particular gravedad las afectaciones respiratorias (tos y sofocación, entre otras) y trastornos estomacales, debido a la intoxicación por las bombas de gas lacrimógeno, reacciones alérgicas y trastornos del sueño. Por la corta edad de varios de los niños y niñas afectados no ha sido posible realizar todos los estudios médicos correspondientes para poder dimensionar la totalidad de las afectaciones y tratamientos necesarios.

Otro grupo diferenciado lo forman las familias de los asesinados. Además del proceso de duelo que sigue a toda muerte, las familias enfrentan otros impactos derivados de la criminalización y las difamaciones que se han vertido sobre sus familiares en ciertos medios de comunicación o desde las autoridades. Esta situación se ve empeorada debido a la falta de una investigación seria, imparcial y en profundidad de lo sucedido el pasado
19 de junio. Hasta el momento, no es público si ya fueron examinadas las balas extraídas de los cuerpos de los fallecidos por peritos en balística para determinar los calibres. Tampoco han podido realizarse peritajes que aportarían datos clave para poder reconstruir los hechos y fincar responsabilidades dentro de los cuerpos policíacos presentes durante el operativo. Además, ninguna institución se ha acercado a las familias para ofrecerles
la debida atención. Un tercer grupo diferenciado lo conforman las personas heridas. En el caso de Nochixtlán, muchas de las víctimas se han constituido en un Comité que también integra a familiares de fallecidos. Entre los heridos, hay personas que se han tenido que someter a varias cirugías y otras que todavía tienen balas alojadas en diversas partes de su cuerpo.

Algunas personas van a necesitar tratamiento médico especializado durante el resto de sus vidas. En muchos casos, las heridas fueron de tal gravedad que todavía es pronto para hacerse una idea de las secuelas a mediano y largo plazo. Lo que sí hay que destacar es que ha sido la organización de las propias víctimas la que ha propiciado que se les brindase la atención médica necesaria, desplazándose muchos de ellos hasta la Ciudad de México para
poder ser tratados en clínicas especializadas.

Por otra parte, en Huitzo, Telixtlahuaca, Hacienda Blanca y Viguera, las víctimas han sido virtualmente ignoradas por las autoridades, recibiendo apoyo únicamente del magisterio y profesionales de la salud conformados en una Brigada Médica solidaria, si bien en la mayoría de los casos no hubo atención médica inmediata. Esto hace que las lesiones, quemaduras y diversas afectaciones provocadas por el gas hayan generado síntomas que permanecen a la fecha. La alta cantidad de gas lanzada sobre las casas y hacia las personas implica afectaciones en la salud a largo plazo.

El análisis de las afectaciones nos permite realizar una división general entre impactos psicosociales y secuelas físicas, comunes a las víctimas de los diferentes lugares donde se dieron los hechos. Sin embargo, un elemento que distingue lo sucedido en Nochixtlán y que impacta de manera decisiva en las secuelas presentadas por las víctimas es que el operativo inició sobre la supercarretera, relativamente lejos del centro de la población, aunque los gases sí afectaron de lleno a las pocas viviendas cercanas al lugar y la Colonia 20 de Noviembre, que fue atacada por elementos de la PF.

Mientras, en Huitzo, Telixtlahuaca, Hacienda Blanca y Viguera, los helicópteros de la policía sobrevolaban a escasos metros de los tejados de las casas, sobre las que llovían las bombas de gas. Es decir, los hechos tuvieron lugar en áreas fuertemente pobladas, con residencias familiares, escuelas, parroquias y negocios locales. Por ejemplo, en el caso de San Pablo Huitzo, muchas de las personas afectadas se encontraban en su domicilio particular o realizando actividades laborales o privadas totalmente ajenas a las movilizaciones cuando ocurrió el ataque. Entre ellas, se encontraban familias descansando en su domicilio familiar donde cayeron bombas de gas y campesinos realizando cosecha y otras actividades del campo. 48

Esto explica que una de las secuelas psicológicas presentes en la población es la imposibilidad de dar una explicación coherente a lo sucedido. Las mujeres reportan de manera reiterada síntomas de desconfianza, miedo y sensación de irrealidad. Los hombres, a su vez, reportan con mayor frecuencia insomnio y diversos síntomas que podrían configurar un cuadro de estrés post traumático y depresión. En cuanto a las afectaciones físicas, las víctimas sufrieron graves intoxicaciones por las bombas de gas, que han dejado secuelas como alergias,tos, trastornos estomacales, trastornos de las vías respiratorias, vómitos y nauseas que permanecen hasta la fecha en la mayoría de los casos.

Otro grupo aparte lo constituyen las personas detenidas, por una parte, en el Panteón Municipal de Nochixtlán y, por otra, en Hacienda Blanca y Viguera, puesto que las violaciones de derechos humanos de las que fueron víctimas, la detención arbitraria y la tortura, generan una serie de impactos diferenciados. Varios de los detenidos todavía arrastran importantes secuelas físicas de la tortura, lo que les ha obligado a acudir con médicos especialistas. La salud de la mayoría se ha resentido de manera grave, llegando a necesitar todos ellos diferentes medicamentos antiinflamatorios, para combatir el dolor, para ayudar a conciliar el sueño y también para ayudar con algunas de las secuelas psicológicas. Entre éstas, la mayoría ha reportado cambios en sus hábitos alimenticios, trastornos del sueño, tristeza, enojo, preocupación, miedo constante.

“Pues sentí tristeza, muchas cosas, no puedo ni cómo describirlo. Me sentí bajo… sin defensa sin nada. Ya hasta orita siento miedo, no me siento contento, pues, siento temor, siento que toda la gente se me queda mirando como un bicho extraño.”

“No he podido dormir. Son pesadillas muy fuertes, como que se vuelve a regresar ese momento, más que cuando veía yo a mis compañeros, que estaban sangrando. Nomás lo recuerdo y no puedo dormir, pues nomás estoy pensando en que si va a volver a pasar.”

En el caso de la violencia sexual, las secuelas van en dos dimensiones: la del sometimiento de la víctima mediante el terror que provocan los abusos sexuales, la culpabilidad derivada de su condición de género, el estigma social al ser reconocida como víctima del abuso sexual. Por otro lado la dimensión colectiva, ya que con la expresión sistémica del abuso por parte de los policías se pretende humillar a toda la población, donde los cuerpos de las mujeres son el medio para transmitir un mensaje de humillación y de ejercicio de poder omnipresente de la policía participante.

Las detenciones en Nochixtlán y en Hacienda Blanca y Viguera se produjeron en situaciones diferentes. Esto hace que las personas detenidas también hayan asumido diferentes estrategias de afrontamiento de lo sucedido, algunas más colectivas y otras más individuales, si bien en la mayoría de los casos han tenido acompañamiento de instancias u organizaciones de derechos humanos y/o sindicales. En este sentido, algunas víctimas prefieren no denunciar, por miedo a las consecuencias negativas que les puede traer la vía jurídica y el impacto que esto puede tener sobre sus familiares.

“No confío. … No quiero que estas personas (los policías) en algún momento lleguen a sentirse señaladas… Siento que si denuncio los voy a exponer. Tal vez en algún arranque de molestia, de estas personas, al sentirse denunciadas, puedan agredir a mi familia y eso me causa mucho conflicto.”

Por otra parte, tanto en el caso de los detenidos como del resto de víctimas sería un error pensar que sólo las víctimas directas sufren las secuelas de los hechos. Las familias de las víctimas presentan una serie de impactos psicológicos muy fuertes. Durante el día 19 de junio el operativo de la policía estuvo rodeado de mucha desinformación, rumores, caos, informaciones contradictorias y falsas. Las familias de los detenidos, heridos y fallecidos vivieron horas de desesperación y angustia, sin poder comunicarse con sus familiares y sin recibir ninguna información fidedigna de su paradero. Por ejemplo, en las redes sociales circuló una fotografía según la cual las personas detenidas habían sido incineradas. También se publicaron vídeos de las detenciones en Hacienda Blanca así como el ataque con gases lacrimógenos y con armas de fuego. Esto generó una sensación de pánico y paranoia entre la población, multiplicando los rumores y las listas de desaparecidos y personas fallecidas, que no se pudieron depurar hasta varias semanas más tarde.

“Mis hijos también sufrieron la noticia; uno pensó al inicio que me habían matado, el otro se preocupaba mucho por los golpes que yo tenía. … A mí me afecta que mis hijos lo hayan visto de esa manera, me da tristeza, y que las redes sociales no dejan de ser un espacio público y que ellos y yo quedamos expuestos.”

Esto ha hecho que en las familias también se presenten secuelas como los trastornos del sueño y la alimentación, la preocupación, el miedo constante. Las relaciones familiares y de pareja se han visto muy afectadas, rompiéndose las dinámicas familiares previas a los hechos, forjándose en ocasiones vínculos más fuertes, pero en muchos casos apareciendo problemas de comunicación dentro de la propia familia. Una de las víctimas relata:

“No he podido hablar con ella. Yo temo por ella, no se vaya a enfermar o se vayan a enfermar mis hijas. A veces quisiera yo platicar, pero me da miedo, para que no se preocupe o para que no quisiera decirle lo que siento, para que ella no se sienta mal.”

Algunas personas reportaron también haber vivido represalias adentro del mismo núcleo familiar; al no poder explicar la razón de la violencia vivida, diversos padres de familia han cuestionado el papel de sus esposas en las movilizaciones, diciendo que “mejor deberían de quedarse en sus casas”.

Frente a los hechos, es necesario considerar las afectaciones a nivel comunitario, donde se ha debilitado el tejido social de las poblaciones. Desde los hechos, en Nochixtlán, por ejemplo, únicamente algunas regidurías municipales siguen operando en el municipio, mientras que el resto de autoridades permanecen ausentes. El actuar de las instituciones esta- tales y federales, lejos de ayudar a las poblaciones, ha contribuido a generar división entre diferentes grupos sociales y a que se difundan rumores y suspicacias causados por la falta de transparencia, pero también por la presencia de los bloqueos, que acrecientan el temor de que se venga un nuevo operativo policial.

Después del 19 de junio, se han dado también enfrentamientos y agresiones físicas por parte de grupos priistas a líderes del movimiento magisterial y de padres y madres de familia, alentados por la campaña de criminalización que se mantiene en medios masivos de comunicación, sobre todo televisoras de cadena nacional, donde la voz más escuchada esla del empresariado, que en últimas fechas ha identificado a la Sección 22 con grupos terroristas49 lo que genera un clima de polarización social, justificando una nueva ola de represión.

“Ya la vida en Nochixtlán ya cambió bastante. Pues ahora ya no hay seguridad, ahora sí que en Nochixtlán ya nadie vive su vida. En Nochixtlán haga de cuenta que sí hay gente, pero ya está la gente con miedo, porque como están los maestros, otra vez se pueden venir, ya sea de día o de noche, pueden venir. Y como se puso ahí, ya sabe, hubo muertos, hubo heridos y fuera a pasar lo mismo.”

“Aquí en Huitzo ahora tenemos miedo, hay algunos que bromean y dicen cuídense porque ya vienen los helicópteros, pero ya nos queda temor, nos robaron la tranquilidad.”

A partir del día 19 de junio, en Telixtlahuaca y Huitzo empezaron a correr rumores de que autoridades municipales habían interpuesto denuncias en contra de lideres del movimiento magisterial y padres y madres de familia por supuestos daños a la vía pública y domicilios privados; ello, aunado a los distintos testimonios de haber visto a elementos policíacos inflitrados prender fuego a vehículos, generó un ambiente de miedo y desconfianza que permanece en ambos pueblos. Por otro lado, el cuestionamiento público de la jerarquia eclesial por el apoyo humanitario proporcionado por los párrocos de ambos pueblos, busca desmovilizarlos y ostaculizar su rol de cohesión social.

Lo sucedido el pasado 19 de junio, así como la falta de acceso a la justicia y la criminalización de las víctimas y el magisterio, ha tenido como efecto que otra parte de la población sienta rencor y desconfianza hacia los medios de comunicación masiva, comenzando a buscar fuentes alternas de información. De la misma manera, su sistema de valores se ha visto trastocado, puesto que las personas que debían garantizar su seguridad han sido las mismas que han violentado sus derechos. Esto es especialmente así en el caso de los y las menores, cuya percepción del mundo ha quedado afectada de manera irreversible por la vivencia de estos hechos traumáticos.

“Ya no sé si confiar en los policías o en los delincuentes, porque si los policías nos hicieron eso y los delincuentes andan libres, pues ahora sí que ya no sabemos en qué confiar… Ya no confiar en nadie que diga que te va a dar seguridad.”

Los impactos mencionados se ven agravados por la vivencia previa de agresión policíaca en el 2006. El trauma que provocó la violencia de Estado en 2006 ha sido mencionado por parte de las víctimas de los hechos del 19 de junio, generándose impactos mayores por el trauma previo.

 


Notas

48 Cabe destacar que durante la investigación realizada, fueron mencionadas numerosas otras personas y familias afectadas, que por temor a represalias de carácter jurídico decidieron no dar su testimonio, lo cual en sí mismo es una secuela de los hechos. En este sentido los casos documentados no representan la totalidad de las personas afectada

49 Rubén Cortés. “Las Víctimas de la CNTE” citado en Mexicanos Primero, disponible en:

http://www.mexicanosprimero.org/index.php/educacion-en-mexico/enterate/noticias-de-hoy/2651-las-victimas-de-
la-cnte-opinion